La semana pasada el portal web de las Naciones Unidas publicó un llamado a los gobiernos a proteger a la población de la “Crisis de Salud Mental” que irrumpirá durante y después del COVID-19.
A través de un video, el Secretario General de la ONU, António Guterres, instó a la comunidad internacional a “hacer mucho más para proteger a todos aquellos que enfrentan crecientes situaciones de estrés”, en consideración al inminente aumento a nivel mundial de casos de suicidio y abuso de alcohol y drogas. “La pandemia del COVID-19 ha puesto en evidencia décadas de negligencia en torno al desarrollo de respuestas a las necesidades de Salud Mental de las personas, por parte de la mayoría de los países”, sentenció Guterres.
El Secretario General de la ONU destacó además que los individuos de mayor riesgo hoy en día son “trabajadores de atención médica de primera línea, adultos mayores, adolescentes, y aquellas personas con problemas de salud mental preexistente”. Específicamente las mujeres y los niños corren un mayor riesgo físico y mental, ya que han experimentado un aumento de la violencia doméstica y el abuso, afirma también la publicación de la ONU.
Pero no solamente estos grupos serían los más vulnerables, de acuerdo con una advertencia de la Comisión The Lancet sobre Salud Mental Global y Desarrollo Sostenible “muchas personas que anteriormente se las arreglaron bien, ahora son menos capaces de hacerlo debido a los múltiples factores estresantes generados por la pandemia“.
“Durante la emergencia de COVID-19, la población tiene miedo a la infección, la muerte y la pérdida de miembros de la familia”, explica la publicación de la ONU, “Al mismo tiempo, un gran número de individuos han perdido o corren el riesgo de perder su fuente de ingresos, han sido socialmente aislados y separados de sus seres queridos y han debido quedarse en casa por largos períodos.”
Un artículo publicado en abril en The New England Journal of Medicine por los doctores Betty Pfefferbaum y Carol S. North, cita una revisión de las secuelas psicológicas durante esta cuarentena, que reveló numerosos resultados emocionales, incluidos estrés, depresión, irritabilidad, insomnio, miedo, confusión, ira y frustración; algunos de los cuales persistieron después de que se levantó la cuarentena. Los factores estresantes específicos incluyeron una mayor duración de la reclusión, tener suministros inadecuados, dificultades para obtener atención médica y medicamentos, y pérdidas financieras.
En relación con los datos epidemiológicos a nivel mundial, en el mismo comunicado de la ONU, Dévora Kestel de la OMS cita estudios de diferentes poblaciones de todo el mundo que confirman un aumento de los problemas de Salud Mental: “las cifras muestran una mayor prevalencia de angustia en el 35 por ciento de la población encuestada en China, el 60 por ciento en Irán, y 45 por ciento en los Estados Unidos”. En nuestro país la Superintendencia de Seguridad Social (Suseso) publicó la semana pasada que la proporción de solicitudes digitales por enfermedades de Salud Mental a abril de 2020 es de un 29% sobre el total, superando en 4 puntos porcentuales a igual período de 2019.
Frente a esta crisis inminente, los doctores Sandro Galea, Raina M. Merchant y Nicole Lurie publicaron en abril en la revista JAMA Intern Med, una serie de recomendaciones que buscan dar una respuesta efectiva. Dentro de las estrategias destacan la necesidad, por parte de prestadores de Salud Mental públicos y privados, de ultimar los esfuerzos por mantener comunicación constante y brindar psicoeducación a la población a través de medios tecnológicos y redes sociales.
Fortalecer el componente de salud mental en la capacitación de todos los profesionales de la salud, integrar paquetes básicos de servicios de Salud Mental en la atención de salud de rutina y la implementación de atención a distancia por vía telefónica o teleasistencia por parte no solo de profesionales, sino también de monitores especializados en técnicas específicas de intervención en crisis efectivas, son otras de las estrategias propuestas por los especialistas.
La reflexión final del artículo resulta desafiante: “La pandemia mundial de COVID-19, y los esfuerzos para contenerla, representan una amenaza única, debemos reconocer la crisis que le seguirá rápidamente: la de las enfermedades mentales, e implementar los pasos necesarios para mitigarla. Este difícil momento ofrece la oportunidad de avanzar en nuestra efectividad de cómo proporcionar primeros auxilios psicológicos y atención de salud mental incorporando innovación y tecnología”.
El camino para enfrentar la crisis de Salud Mental post COVID-19 está trazado, somos las organizaciones públicas y privadas de Salud Mental las responsables de construirlo a toda velocidad, con los pocos recursos a los que históricamente hemos tenido acceso, pero con toda la energía que este desafío exige.
Dra. Claudia Barrera Renault
Gerenta General de Grupo Cetep y médico psiquiatra