La hospitalización de niños y adolescentes por trastornos de Salud Mental los pone en una situación de alta vulnerabilidad tanto a ellos como a sus familias. Asegurar que durante este proceso se respeten y protejan sus derechos fundamentales es esencial, no solo por razones éticas y legales, sino también por el impacto profundo y duradero que esto puede tener en su bienestar psicológico y su desarrollo futuro.
En la actualidad, el tratamiento de la Salud mental en la población infanto-juvenil ha adquirido una relevancia significativa, motivada por la creciente complejidad de los casos y la limitada disponibilidad de servicios especializados. Durante décadas, la atención de salud mental en niños y adolescentes en Chile fue insuficiente. Hasta la década de 1970, existían escasas opciones dedicadas a esta población, fue solo en el año 2013 cuando se comenzaron a formar nuevas unidades especializadas en otros centros hospitalarios, como los hospitales San Borja y Ezequiel González, pero la oferta seguía siendo insuficiente.
Actualmente, en Chile existen alrededor de ocho a diez unidades especializadas para la atención de salud mental de niños y adolescentes a nivel público, los cuales siguen sin dar abasto para cubrir las necesidades de la población. Las condiciones que requieren hospitalización en estas unidades son graves, como el riesgo suicida, la psicosis, las conductas autolesivas, la anorexia severa y las crisis agudas de trastornos del desarrollo como el autismo. Además, muchos de estos pacientes presentan comorbilidades que agravan su situación clínica y social, y requieren un enfoque multidisciplinario.
Además, es importante considerar que niños y adolescentes tienen necesidades diferentes a las de los adultos al momento de ser hospitalizados por trastornos de Salud Mental, por lo que el enfoque de su tratamiento debe adecuarse a su rango etario. Por muchos años, niños y adultos se han mezclado en los centros de hospitalización cerrada, sin ofrecer las condiciones necesarias para su correcta intervención y pudiendo causar daños a largo plazo que pueden eventualmente repercutir en sus vidas como adultos, ya que se encuentran en un período clave en su desarrollo. Entre los impactos más notables se encuentran:
- Desarrollo de traumas: El incumplimiento de los derechos fundamentales puede derivar en experiencias traumáticas que los niños y adolescentes cargan a lo largo de su vida. Situaciones como el aislamiento prolongado pueden generar cicatrices emocionales profundas.
- Desconfianza en el sistema de salud: Cuando los niños o sus familias perciben que sus derechos no han sido respetados, es probable que se genere una desconfianza hacia las instituciones de salud. Esto puede traducirse en una resistencia a buscar atención en el futuro, lo que agrava problemas de salud mental no tratados.
- Impacto en el desarrollo psicológico: Un trato inadecuado durante la hospitalización puede afectar la autoestima, la seguridad emocional y la confianza en sí mismos de los niños. La falta de participación en las decisiones sobre su tratamiento, por ejemplo, puede provocar sentimientos de impotencia y desvaloración personal.
- Dificultades en las relaciones familiares: La experiencia hospitalaria puede afectar no solo al paciente, sino también a su entorno familiar. La falta de comunicación transparente y la exclusión de la familia en el proceso de hospitalización pueden generar tensiones que impactan la cohesión familiar y la recuperación del menor.
En este contexto, la creación de centros privados como la Clínica MirAndes Manquehue, el primer lugar en la red privada chilena dedicado exclusivamente a la hospitalización de niños y adolescentes, marca un hito histórico. Este tipo de infraestructura especializada permite abordar los problemas de salud mental con un enfoque integral, que considera no solo el aspecto médico, sino también el psicológico, social y familiar. La atención se centra en un tratamiento intensivo y personalizado, en el que se establecen planes de intervención específicos para cada paciente, con el objetivo de minimizar el tiempo de hospitalización y promover la estabilidad del paciente en el menor tiempo posible.
La Dra. Mariana Labbé, Directora Médica de la Clínica MirAndes Manquehue señala al respecto: “Que ahora abran la Clínica MirAndes Manquehue, y que sea el único lugar donde solo reciben niños y adolescentes, estando a 2024, es un hecho histórico, a mí me escriben muchos psiquiatras: “Necesitábamos tanto esto”. Porque en la red privada no había nada, y que cumpla los estándares y las normativas, porque en eso afortunadamente Chile ha avanzado y ha creado muchas normas de hospitalización, decretos y distintas cosas que son súper interesantes, y la Clínica MirAndes Manquehue posee una infraestructura que no es como esas casas lúgubres, antiguas, que son algunas de las que todavía funcionan como psiquiátricos, es un lugar verde, iluminado, con la dotación necesaria para este tipo de población usuaria, con profesionales entrenados al respecto.”
Como señala la doctora Labbé, en cuanto a la implementación de normativas que regulan la atención de Salud Mental, garantizando un estándar mínimo en la calidad de los servicios, nuestro país ha tenido grandes avances, sin embargo, aún queda mucho por hacer para garantizar que todos los niños y adolescentes tengan acceso a una atención digna y adecuada. La existencia de centros especializados no solo es una necesidad médica, sino también una obligación ética y social para asegurar el bienestar de las generaciones más jóvenes.
En conclusión, los centros hospitalarios especializados en el tratamiento de salud mental infanto-juvenil son esenciales para ofrecer un cuidado adecuado, oportuno y especializado a una población vulnerable. La falta de estos servicios no solo vulnera los derechos de los niños y adolescentes, sino que perpetúa un ciclo de estigmatización y traumatización que podría evitarse con una intervención adecuada.